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La mayoría de las personas que habitamos este planeta somos de la opinión
de que este sistema social en el que vivimos es injusto y destructor de la
naturaleza y del propio ser humano. Sin embargo, no nos planteamos seriamente
qué otras alternativas habría y cómo llevarlas a cabo; o hemos perdido la fe de
que ninguna otra pudiera prosperar más allá de lo puramente utópico.
Con este manifiesto nos
sumergimos en las cuestiones básicas del problema.
¿Es posible cambiar el
mundo?
¿Es posible cambiar el
sistema?
¿Cómo podríamos
llevarlo a cabo?
¿Cómo sería ese nuevo
mundo y ese nuevo sistema?
Primera cuestión: ¿Es
posible cambiar el mundo?
Esta pregunta abarca
una gran cantidad de matices y contextos. Cuando nos referimos al «mundo», por
lo general nos referimos al mundo en relación con la conducta de las personas, sus
costumbres, sus credos, sus aficiones, sus esperanzas, sus inquietudes, sus
ilusiones, sus ambiciones, sus injusticias, sus perversiones..., y mi respuesta
es: «Sí, es posible cambiar el mundo». Es posible cambiar la maldad, la
indolencia, la pobreza, las guerras... ¿Cómo?: con tiempo, con voluntad, con
apertura de mente, con amplitud de miras, con un proyecto serio; y sobre todo,
con la concienciación de que para poder avanzar se hace necesario ir
despojándonos del lastre de nuestros criterios actuales sobre cómo es y cómo
debe ser la vida; ya que tales formas de pensar, independientemente del aspecto
cognitivo o volitivo individual de cada ser humano, están profundamente influenciadas
por la consecuencia lógica y necesaria de una existencia transcurrida dentro de
unas circunstancias sistemáticas y ambientales desde la aparición del ser
humano en la Tierra. Por lo tanto se hace imprescindible cambiar también
nuestro sistema económico, de valores y ambiental, para que dicho cambio pueda
llevarse a cabo con éxito.